A poco de comenzar el verano de 1984 los turistas y los bañistas que tranquilamente disfrutaban del día de playa en la costa sanroqueña y de Sabinillas se vieron sorprendidos por un brutal atasco de más de 50 kilómetros de longitud, desde la entrada de Algeciras a las cercanías de Estepona.
Este colapso circulatorio paralizó la carretera N-340 durante 24 horas. El caos se originó por la presencia de viajeros marroquíes que llegaban masivamente en vehículos destartalados, atestado de pertenencias, ante la incredulidad de las autoridades que no previeron ‘tal desembarco’.
Y además por la incapacidad del puerto de Algeciras y de los buques que por entonces cubrían el tráfico por el Estrecho hacia Ceuta de absorber la demanda de familias que, hacinadas, venían de distintos países de Europa, incluida las regiones más desarrolladas de España, para pasar las vacaciones en sus países de origen.

Estábamos en los prolegómenos del episodio migratorio más importante que se conoce del mundo. La Cruz Roja y las asociaciones humanitarias repartían botellas de agua y bocadillos a los coches afectados.
Los momentos de tensión eran permanentes puesto que al enfado de los marroquíes que, cansados, llegaban al final del largo trayecto sin posibilidad de embarcar se sumaba el de los propios ciudadanos que vieron como tal desastre organizativo les obligaba a pasar horas y horas en la carretera sin posibilidad alguna de moverse del sitio.
En un momento se llegaron a contabilizar a 50.000 personas con intenciones de embarcar frente a la limitada capacidad de las navieras de 22.000 pasajeros diarios, con todas las explanadas cubiertas donde los episodios de enfrentamiento con las fuerzas de Seguridad del Estado eran de lo más frecuente, mientras se improvisaba por parte de la sociedad civil y de algunos estamentos políticos ayudas para atender a este fenómeno migratorio que desde entonces, y a pesar de los pesares, no iba a dejar de crecer.

La respuesta de la Administración fue poner en marcha en 1987 el primer plan por parte de Protección Civil. Se trataba, en primer lugar, de disponer de las atenciones humanitarias necesarias para atender a tantos miles de personas, así como ir adaptando los puertos para intentar que el paso fuera lo más fluido posible.
La Autoridad Portuaria por su parte encargó un plan de actuación y de atención a los inmigrantes que redujera los momentos de tensión.Fue entonces cuando se pusieron en marcha los equipos de información que se ocupaban de templar los ánimos de los viajeros comentándole en su propia lengua los avatares del momento, así como los popularmente conocidos como ‘pollitos’ que dirigían el paso de los coches por el interior del recinto portuario.
Este aumento de la información trajo consigo una disminución proporcional de los enfrentamientos. Luego además de los equipos humanos se sumó una carpa mezquita, paneles de información de atraque, juegos infantiles y la suma de todo tipo de servicios que cubrían las necesidades más primarias de los viajeros.
Pero a este hay que sumar la respuesta de las navieras que pasando los años han ido aportando mayor número de buques y una tarjeta de embarque única para todos, lo que evitó que pasajeros que llegaban tras otros pudieran tener preferencia a la hora de embarcar con destino a su país de origen.

Cuando habían incidencias se podían producir situaciones de colapso, pero cada vez eran menos. Los efectivos de la Operación Paso del Estrecho funcionaba cada vez mejor y sus distintos operativos sumaban experiencias para minimizar los problemas.
Los colapsos ahora casi han desaparecido a pesar de que son más de tres millones de personas los que protagonizan en pocos días, sobre todo a finales de julio y principios de agosto, el fenómeno migratorio más importante del mundo, en el que cruza el Estrecho casi un millón de vehículos, la gran mayoría de ellos de alta o media gama, conducidos por jóvenes de adopción europea que junto a sus padres, ya mayores y sus abuelos, que protagonizaron las dantescas escenas de varios años atrás, cruzan sin problemas a África dejando sus pertenencias en sus viviendas, que ya no son de alquiler sino de propiedad.
Un año de récord
Como siempre los primeros viajeros magrebíes llegan poco a poco. De manera aislada se les identifica en las carreteras españolas, pero, si no se presenta ningún contratiempo, el dispositivo de recepción se mostrará lo suficientemente ágil para recibir a esta gran avalancha migratoria.
Si en 2018 ya se alcanzaron cifras récord en los nueve puertos españoles habilitados, entre ellos los de Algeciras y Tarifa, con los 3,2 millones de viajeros contabilizados y los 735.240 vehículos entre el 15 de junio y el 15 de septiembre, en esta edición se espera superar dichas cifras.
El Plan Especial de Protección Civil establece también las fechas que se consideran días críticos para la operación. En la fase de salida, se han planteado como posibles días críticos el 27, 28, 29 y 30 de julio, así como el 1, 2, 3, 4, 5, 9 y 10 de agosto, mientras que en la fase de retorno, se prevé que las mayores aglomeraciones se produzcan entre el 30 de agosto y el 2 de septiembre.
En esta edición las fechas críticas coinciden con las del año pasado y con la ‘Fiesta del cordero’, el 11 de agosto, lo que marcará la intensidad de los flujos. Los fines de semana de mayor intensidad de tráfico serán el último de julio y el primero de agosto.

Tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional están preparando refuerzos de personal de cara a la Operación Paso del Estrecho, teniendo en cuenta que coinciden con una mayor afluencia de llegada de inmigrantes y turistas.
Por su parte, la Dirección General de Tráfico (DGT) mantendrá el sistema de información de afluencia de vehículos, que comienza desde el momento en que un vehículo entra en nuestro país, debido al buen resultado obtenido. El dispositivo de la DGT se establece en base a tres apartados: la vigilancia de los corredores principales a nivel estatal, la comunicación e información a través de redes sociales y páginas web, y el plan de señalización.